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Zalo Reyes se confesó: “Dejé la coca echándole maicena”

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19/12/2014 8:13:02
El rey de la canción romántica popular habló en el programa “Yo, el que no conocías” de CHV. Repasó su historia de tesón, éxitos, excesos y dolor, y mostró cómo ha sido sobrevivir a los últimos episodios que han aquejado su salud.


Foto Nota
A Boris González Reyes nadie lo conoce, pero a Zalo Reyes sí. El seudónimo con el que se hizo conocido uno de los íconos de la canción romántica popular (también conocida como “cebolla") es paradero obligado en cualquier playlist, karaoke o entonación popular y sentida que se digne de tal. Además de adjudicarse exitazos como “Ramito de violetas” o “Con una lágrima en la garganta”, el gorrión de Conchalí da cuenta de una vida que no le debe envidiar nada a un buen guión de Hollywood. Y la película empezaría así: un chico de clase media baja, de Conchalí, con ansias de cantar. A los 18 años se queda huérfano y prácticamente solo. Primero muere su padre, luego su madre, y su hermano se casa. Entra a la Marina. Pero sus ganas y afición por el canto lo llevan a arrancarse cada vez que puede a algún bar para pararse frente al micrófono. Se enamora de Yolanda Molina, se casa. Comienza a cantar y viene su primer hit: “Una lágrima y un recuerdo”. Se enamora de otra, tiene una hija fuera del matrimonio, se separa. Y luego se reconcilia con Yolanda. Toca puertas para ir al Festival de Viña, pero no lo quieren mucho. “Los estelares lo ignoraban, porque llevaba el estigma de ser un cantante muy popular”, relata uno de sus productores. Hasta que lo invitan a “Permitidos” un programa nocturno que conducía Antonio Vodanovic y arrasa. Su carisma, personalidad y canciones provocan estragos. Se vuelve famoso. Y el cantante que dijo que jamás se cambiaría de casa ni de barrio, comienza una vida llena de excesos. “Estuve por lo menos diez años jalando coca. Pero después le iba echando maicena hasta que la dejé. La coca se hace un hábito”, detalló el artista. También sufre varios accidentes en auto, una parálisis facial y finalmente la amputación de los dedos de un pie por una diabetes mal cuidada. Pasa cinco años en una silla de ruedas y tiene sus manos atrofiadas. Pero la película tiene final feliz. Los jóvenes músicos buscan a Zalo y lo tienen como un referente. Y además está acompañado por su familia, que en las buenas y en las malas, permanecen junto a él.

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