08/08/2014 8:00:00
Desconfiando de su conviviente 18 años mayor que ella, la joven lo envió a un paraíso para probar su fidelidad. Y él fracasó con creces.
![Foto Nota]()
Lo mejor de Manos al Fuego no es la trampa ni el suspenso de ver cómo la víctima de esta cámara indiscreta termina convirtiéndose en victimaria al serle infiel a su pareja que lo está poniendo a prueba. No. Lo mejor es ser testigo de cómo después de haberle coqueteado y besado a otra persona, los sorprendidos se justifican torpemente. Mary tiene 26 años y está conviviendo con Mauricio, un mecánico de 44. Guapo no es. Pero según ella, es súper buena persona. Aunque confianza no le tiene mucha: él sale todos los sábados con sus amigos motoqueros y vuelve borracho. Así que decide tenderle una trampa junto al equipo de CHV. Mauricio llega una tarde de verano, muerto de calor, a una casa a buscar el celular que Mary supuestamente olvidó. Al entrar, le ofrecen un vaso de cerveza. Se lo toma al seco. Y lo hacen esperar mientras presencia cómo un pintor dibuja a una modelo que está sólo cubierta con una sábana. Una cosa lleva a la otra y aunque no negó estar emparejado, sí le robó un beso a la chica que recién acababa de conocer. "Estabai tú", le dice Mauricio a Mary cuando la ve irrumpir en la habitación. "Llegas a la casa y sacas toda tu ropa que es lo único con que llegaste. Por imbécil lo perdiste todo. Que todo Chile te vea la cara", le contesta ella tratando de que no se escape del rosario de improperios que ella le quiere decir. Pero Mauri logra huir y se encierra en el baño. "Él en la casa se hace el pavo, pero yo tenía la percepción de que no era así", explica Mary sobre su decisión de exponerlo a la trampa. El malogrado mecánico se justifica: "Me salí del trabajo para venir a buscar su teléfono, por ella. Y a cualquier hombre le puede pasar. Yo dejé mi trabajo botado. Tendría que haberme ido. Yo no vine con mala intención".
Desconfiando de su conviviente 18 años mayor que ella, la joven lo envió a un paraíso para probar su fidelidad. Y él fracasó con creces.
Lo mejor de Manos al Fuego no es la trampa ni el suspenso de ver cómo la víctima de esta cámara indiscreta termina convirtiéndose en victimaria al serle infiel a su pareja que lo está poniendo a prueba. No. Lo mejor es ser testigo de cómo después de haberle coqueteado y besado a otra persona, los sorprendidos se justifican torpemente. Mary tiene 26 años y está conviviendo con Mauricio, un mecánico de 44. Guapo no es. Pero según ella, es súper buena persona. Aunque confianza no le tiene mucha: él sale todos los sábados con sus amigos motoqueros y vuelve borracho. Así que decide tenderle una trampa junto al equipo de CHV. Mauricio llega una tarde de verano, muerto de calor, a una casa a buscar el celular que Mary supuestamente olvidó. Al entrar, le ofrecen un vaso de cerveza. Se lo toma al seco. Y lo hacen esperar mientras presencia cómo un pintor dibuja a una modelo que está sólo cubierta con una sábana. Una cosa lleva a la otra y aunque no negó estar emparejado, sí le robó un beso a la chica que recién acababa de conocer. "Estabai tú", le dice Mauricio a Mary cuando la ve irrumpir en la habitación. "Llegas a la casa y sacas toda tu ropa que es lo único con que llegaste. Por imbécil lo perdiste todo. Que todo Chile te vea la cara", le contesta ella tratando de que no se escape del rosario de improperios que ella le quiere decir. Pero Mauri logra huir y se encierra en el baño. "Él en la casa se hace el pavo, pero yo tenía la percepción de que no era así", explica Mary sobre su decisión de exponerlo a la trampa. El malogrado mecánico se justifica: "Me salí del trabajo para venir a buscar su teléfono, por ella. Y a cualquier hombre le puede pasar. Yo dejé mi trabajo botado. Tendría que haberme ido. Yo no vine con mala intención".